San Agustín en su vida tuvo muchas inquietudes, era curioso, quería respuestas a sus dudas, a sus planteamientos; además fue una persona que estuvo en constante movimiento, si algo no le agradaba o no le convencía, él pasaba para otra. Y así fue su vida, siempre buscando, siempre procurando algo que lo llenase, que lo hiciese comprender la vida. Hasta que encontró sus respuestas en el cristianismo, en Jesús.

A mi me inspira la búsqueda de Agustín, me llama la atención como que él se dejo llevar por su corazón, como él supo escucharlo y disponer todo su ser para encontrar lo que a él le traía paz, descanso, consuelo.

El sentido de la vida se encuentra en Jesús; lo que buscamos sólo se encuentra en Él; por más que nos rehusamos a escuchar nuestro corazón, él siempre estará recordándonos y diciéndonos que quiere a Dios, que necesita a Dios.

Nosotros a veces nos entregamos a cosas vacías de sentido, invertimos nuestras fuerzas, nuestra creatividad en vano, en cosas que pueden hasta traer alguna felicidad, pero pasajera; lo que Dios nos ofrece es eterno, felicidad eterna, amor eterno. No fuimos hechos para cosas pasajeras, pequeñas, sino que fuimos hechos para lo eterno.

San Agustín dice “Señor tu nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”; así es, somos de Dios y para Dios y nadie ni nada puede quitarnos eso, nada puede quitarnos a Dios, pero debemos siempre dirigirnos en dirección a Él, siempre dirigirnos a Jesús, pues él es el camino, la verdad y la vida; nuestro corazón tiene sed de Dios y lo busca  cada día, para que podamos escucharlo.

Eduarda Bento Ramos

Pre-Novicia, MAR