SER AGUSTINAS

 

Tenemos un padre: AGUSTIN, el de Hipona. Un hombre de corazón grande que vivía la amistad en la comunidad. Su ideal era vivir como los primeros cristianos, que unidos en armonía buscaban a Dios. Según él, la amistad ayuda a crecer y está tejida de comprensión y sinceridad. El estilo de vida religiosa que proyectó para sus comunidades es el habitar unánimes y concordes en la casa del Señor y tener una sola alma y un solo corazón en Dios, sin llamar propia cosa alguna, sino teniendo todo en común, a imitación de la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén. Como queremos e intentamos ser fieles al proyecto y espíritu de Agustín, nuestro padre, para nosotras la fraternidad es fundamental. En medio de un mundo dividido por el desamor e insolidario, nosotras debemos manifestar, con nuestra vida, que es posible la fraternidad y la unidad, nacidas de la caridad y dentro de la diversidad.

Y que esta fraternidad, creada desde la comunidad, sea invitación clara y fermento para que germine y crezca entre los hombres y mujeres de nuestro entorno. Es nuestro reto. Tu que lees este mensaje agustiniano, ¿crees que aún es posible sembrar en  el mundo semillas de amistad y fraternidad?