NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLACIÓN

Dos formas tiene este bello nombre de mujer: Consolación y Consuelo. Es el nombre de una nobilísima virtud, más valorada antes que ahora; no porque no se necesite, que se necesita más que nunca, sino porque nos hemos endurecido más y nos hemos resignado a vivir cada uno su soledad dentro de la multitud. Consolatio es el origen latino, formado por el prefijo con de compañía y de intensidad, más el verbo solor, solatus sum, solari, que significa ya de por sí consolar, reconfortar, alegrar… El sustantivo solatium derivado de este verbo, del que obtenemos en español la palabra solaz, nos da el valor más positivo de este nombre: recreo y consuelo del espíritu. Se cree que el verbo solor procede del adjetivo solus, a, um. Como fuere, el de Consuelo o Consolación es un nombre que hace pensar en solidaridad, en fortaleza para reconfortar a quien lo necesita, en sosiego y solaz para el espíritu. En ahuyentar la tristeza de la soledad.

Nuestra Señora de la Consolación es una advocación de la Virgen que no podía faltar entre las virtudes y los méritos que se atribuyen a la Madre de Dios. En las letanías es invocada todos los días por la Iglesia como Consolatrix afflictorum (Consuelo de los afligidos), porque entre los papeles que los cristianos le han asignado a la Virgen como Madre universal, está el de consolar a los que gimen y lloran en este valle de lágrimas.

Santa Mónica, la Madre de San Agustín, sueña con la Virgen María, la que la consuela por su dolor ante su hijo alejado de Cristo en su práctica y como signo de ese consuelo esperanzador de la futura conversión de Agustín, le muestra su correa. De esa manera encontramos en la Virgen de la Consolación, o de la Correa, la imagen de una Madre que estando en el cielo es la sublimación de las virtudes de todas las madres de la tierra. Su fiesta se celebra el 4 de septiembre.

SAN AGUSTÍN DE HIPONA

I.- Primeros años

El 13 de noviembre del año 354, Aurelio Agustín nace en Tagaste. Este pequeño pueblo está situado al Norte de África y hoy se le conoce por Souk-Ahras. Patricio, su padre, desea que comience a estudiar cuanto antes. A su sufrida madre, Mónica, sin embargo, le interesa que conozca la fe cristiana.

II.- Agustín Estudiante

Hasta los once años Agustín permanece en Tagaste y asiste a la escuela del pueblo. El escaso interés que demuestra por ir a la escuela y el temor al castigo se entrelazan con su forma de ser alegre. En estos años todos le consideran un niño revoltoso y travieso. -«No voy a ser menos que mis amigos»- piensa Agustín. Su padre emplea su dinero de pequeño propietario para que se traslade a Madaura, ciudad situada a unos 28 kms. y complete allí sus estudios. En esta ciudad el estudio le resulta un poco más tolerable. Eso sí, aborrece el griego, pero lee a escritores latinos como Cicerón.

Sus problemas comienzan a los 15 años. Ha terminado la segunda etapa de estudios en Madaura y regresa a Tagaste. Patricio y Mónica desean que siga estudiando y con sus ahorros y la ayuda de un amigo rico del pueblo le envían a Cartago a terminar su preparación. Algo más alejado de sus padres -196 kms.- Agustín comienza a vivir y disfrutar. Sus preocupaciones son el teatro, los baños y el sexo. Al cumplir los 17 años ya comparte su vida con una chica de su edad. Fruto de estas relaciones será su hijo Adeodato. No obstante, él espera colocarse pronto como profesor para estabilizar estas relaciones. Pero este mismo año, 371, muere su padre. Ante este acontecimiento el muchacho apasionado comienza a ser consciente del gran sacrificio que han realizado sus padres para que él se construya un futuro. Muchos empiezan a considerarle «un joven prodigio». Lo cierto es que su manera de ser y sus lecturas le van configurando como una persona inteligente e inquieta. También entra a formar parte de una secta: los Maniqueos.

III.- Agustín Profesor

Agustín regresa a su pueblo como profesor de Gramática a los 19 años. Es un buen profesor y también un excelente Maniqueo. Tagaste le queda pequeño y cuando muere un amigo suyo se marcha de nuevo a Cartago a enseñar Retórica, ya que no puede soportar la pena de su ausencia. Le acompañan algunos de sus alumnos de Tagaste. En estos años sigue leyendo mucho. También escribe poesía y en varios certámenes consigue algunos premios. Aunque solo tiene 26 años, publica su primer libro.

El año 383 Agustín decide ir a Roma. Busca alumnos más formales y también desea ganar más dinero. Pero, sobre todo, su aspiración es triunfar en la Capital del Imperio. Allí consigue abrir una escuela. Pero, al año siguiente marcha a Milán. Ha ganado por oposición y con alguna influencia de los Maniqueos, la cátedra de Retórica de esta ciudad. Mónica, su madre, va con él. Desea que su hijo se convierta al cristianismo.

IV.- Agustín Amigo

En Milán el “profesor africano” comienza a visitar asiduamente la Catedral atraído por la fama del Obispo Ambrosio que es un gran orador. Pero las palabras de Ambrosio día tras día van resquebrajando su inquietud constante en busca de la verdad. Por éste y otros factores, se encuentra en esta disposición cuando se entrevista con Simpliciano, Ponticiano y otros cristianos que han dejado todo por seguir a Dios. Y será una meditación constante, la paz de un jardín y unas palabras de la Biblia (“No en comilonas ni en borracheras… sino revestíos de Nuestro Señor Jesucristo” Rom 13, 13) quienes le den otro empujón, y éste ya definitivo para convertirse en un hombre nuevo. “Brilló en mí como una luz de serenidad”, escribirá en sus Confesiones. Tiene 32 años. Su ideal va a ser a partir de ahora conocer a Dios para amarle. Continúa dando clases pero ya ha decidido abandonar la enseñanza. Y así lo hará al finalizar el curso. Inmediatamente se retira con sus amigos a una finca que les han dejado en Casiciaco. Y en este lugar de descanso reflexiona, escribe y comparte con sus amigos la preparación para el bautismo. Todos conviven como si fueran una sola persona que está orientando sus pasos hacia Dios. Al llegar la Pascua de este mismo año, 387, Agustín recibe el bautismo de manos de Ambrosio.

 V.- Agustín Monje

Muy pronto Agustín siente deseos de volver a su patria. Embarca. Pero incluso la espera en el puerto de Ostia, cerca de Roma, se le hace insufrible. Además, su madre -la mujer de su conversión- muere allí. Ahogado por el dolor se dirige a Roma y se dedica a visitar monasterios de monjes ya que él mismo tiene decidido fundar alguno. Por fin llega a Tagaste. Lo primero que hace es repartir su herencia entre los necesitados y funda un monasterio donde va a convivir con los amigos que le han acompañado. Ahora su único plan de vida es la oración y la convivencia con los monjes. Sin embargo pronto pasará a ser el consejero de todo el pueblo. Recibirá cartas de Italia, España, Africa,… Todos desean recibir su consejo. Este mismo año, 388, sufre la muerte de su hijo que vivía con él.

VI.- Agustín Obispo

Pasan tres años. Agustín realiza un viaje a Hipona con intención de visitar a un amigo y traerlo a su monasterio. Pero es él quien se queda allí ante la petición de Valerio -el obispo- y la gente del pueblo. Desde este momento su actividad cambia. Comienza a predicar y administrar sacramentos. Incluso dedica un tiempo a la preparación y adaptación de sus conocimientos a estas nuevas tareas. Pero necesita monjes amigos junto a sí y decide fundar otro monasterio en un jardín que le deja el obispo. Valerio le consagra obispo auxiliar por temor a que se lo lleven a otro lugar y Agustín comienza a llamarse “de Hipona”. Un año después será obispo de la ciudad a los 42 años.

 VII.- Agustín Fundador

Ahora tiene que desempeñar todo tipo de trabajos: juez, limosnero, consejero,… Pero su actividad como fundador de nuevas comunidades no decrece. Ve con alegría cómo a sus mejores monjes, Alipio, Evodio, Posidio y Bonifacio se llevan obispos a otras ciudades africanas. Viaja, lee, escribe. Hacia el año 398 aparecen “Las Confesiones”, dos años después comienza el “Tratado sobre la Trinidad”, en el 413 inicia la “Ciudad de Dios. Se enfrenta también en una polémica seria con Donato y los donatistas defendiendo que Cristo es el autor de los Sacramentos y no depende su eficacia de la santidad del sacerdote que los administra. Así ocupa 35 años de su vida.

 VIII.- Agustín Santo

Pero a los 76 años, cuando Genserico cerca Hipona, Agustín deja sus libros y sus discusiones en favor de la fe para retirarse a la Paz de Dios. Es el 28 de agosto del año 430. Agustín, rodeado de amigos, entrega su vida a su mejor Amigo: Dios.

HERMANA CLEUSA CAROLINA RODY COELHO

MONSEÑOR FRANCISCO JAVIER OCHOA, O.A.R.

A UN GRAN AMIGO COMO TU

«Hola mi querido lector, que bueno que estás leyendo estas líneas, me da alegría que puedas conocerme y conocer a toda mi familia, a mis hijas, las Misioneras Agustinas Recoletas. Quiero presentarme y no ser un desconocido para ti. Me llamo Javier Ochoa Ullate, aunque cuando me consagré como religioso y obispo adquirí el nombre de Francisco, un gran hombre y santo, patrono de las misiones. Nací en Monteagudo, Navarra, España, el 31 de enero de 1889, mis padres son Marcelino y Pilar. Ese mismo día me bautizaron y mi primera comunión fue el 16 de mayo de 1901, un día muy especial para mí.

El 29 de septiembre de 1906 ingresé con los Agustinos Recoletos, quería servir a Dios entregando mi vida y sirviendo a los más pobres y así pasó, el 30 de septiembre hice mi profesión. Finalmente consagre mi vida totalmente a Dios el 1 de octubre de 1910. Y el 31 de mayo de 1914 fue mi ordenación sacerdotal, imagínate cuánta alegría sentí poder ser parte del misterio de Dios y hacer posible su presencia en la Eucaristía. Pronto me mandaron a diferentes lugares de misión, a servir a los demás, estuve en Estados Unidos, Venezuela, Manila y finalmente, dónde crees que termine, si, ya sé que se te ocurren muchos lugares, pues los Agustinos Recoletos estamos en más de 30 países.

Bueno, me mandaron a China, te imaginas, un lugar distinto, costumbres diferentes. En abril de 1923, Monseñor Tacconi, Obispo de Honan, China, escribió a los Agustinos Recoletos pidiendo su ayuda. Mis superiores me mandaron a ver el lugar y la misión que se nos proponía. Era impresionante todo lo que estaba viendo, desde el principio me di cuenta de la pobreza del lugar, de todo lo que los misioneros necesitaban, los catequistas, pero lo que más me impresiono fue todo lo que pasaba con las niñas, a quienes no se les tenía en cuenta, algunas eran vendidas, tiradas en las cunetas, muchas cosas hacían con ellas con tal de no tenerlas en sus familias. Mis superiores decidieron mandarme a China, a Honan.

En un principio me costó aceptar la misión, pensé que no podría hacer toda la labor que se necesitaba, pero Dios nunca nos pide lo que antes no nos da, así que gustoso me fui a la misión. Lo más difícil, fue el idioma. Cuando llegué a la misión pasó algo muy importante en mi vida, Dios toco a mi puerta pidiendo ayuda. En la puerta del convento dejaron una niña pequeña, lloraba de tristeza y soledad, y yo no sabía qué hacer, así que entre con ella y pregunte a mis hermanos que podríamos hacer, mis hermanos dijeron que dejarían de comprar y disfrutar de algunas cosas que ellos podían comer  con tal de darle de comer a la niña. Eso no paso sólo una vez, paso muchas veces y así llegaron muchas niñas y niños a nuestro convento. Surgió un grupo de catequistas que nos ayudaron con el cuidado de las niñas. Se veían tan felices con ellas…»

«…Pero pensé en que había que ayudarlas y sobre todo formarlas, yo quería unas mamás para estas niñas, así que me fui a buscar entre mis hermanas de clausura en España y se vinieron conmigo 3 hermanas: Esperanza Ayerbe, Ángeles García y Carmela Ruíz. Unas hermanas increíbles, incluso llegue a decir que valían tres mundos, cada una diferente, pero se complementaban y sobre todo unas grandes madres. Llegamos a China, a la misión, allí las recibieron con gran alegría. Me ayudaron a formar a las catequistas y con ellas pude fundar una primera congregación: Las Catequistas de San Agustín en 1934. Fueron mis primeras hijas, todas nativas. Dios seguía pidiendo más, la misión era tan grande que una sola congregación no bastaba. Con el paso el tiempo, surge otra gran congregación, y ahora sigue en pie, mis hijas, las Misioneras Agustinas Recoletas, fundadas el 18 de enero de 1947. Mis hijas, de las cuales prometí a Dios que serían verdaderas Agustinas, verdaderas Recoletas, verdaderas Misioneras, hijas de María, entregadas a Jesús desde la humildad, la alegría, el amor… Con ellas continuamos trabajando por los más necesitados, por todos aquellos que necesitan escuchar la buena noticia de Jesús. Hice todo lo posible porque salieran adelante. La guerra chino-japonesa nos obligó a salir de China, pero Dios siempre tiene sus caminos, así que hizo que nos moviéramos a otros lugares, así llegamos a España, Colombia, Brasil, Argentina, Cuba, Venezuela, Taiwán, Perú, Ecuador, México. Ahora mis hijas son MAR para todo el mundo. Me encantaría seguirte contando más cosas de mis hijas, pero eso será en otro momento. Por ahora quiero agradecerte tu tiempo para leerme y conocerme, prometo que seguiré contándote más cosas de mi vida. Ya sabes que ahora tienes un nuevo amigo.»

MADRE ESPERANZA AYERBE DE LA CRUZ

Nace en Monteagudo, Navarra, España, el 8 de junio de 1890. Del matrimonio de Ignacio Ayerbe y Ma. Araceli Castillo además nacen otros hijos, entre ellos Mª Rita y Carmen, quienes ingresaron a la congregación; la primera murió en 1993 y la segunda en 2008.

Ingresa al monasterio de La Encarnación, en Madrid, el 8 de junio de 1917; allí realiza las etapas de formación y después de las profesiones temporales hace los votos solemnes.

El día 3 de febrero de 1931, en la puerta del monasterio la esperan Monseñor Ochoa y las madres Mª Ángeles García y Carmela Ruiz, para viajar a China. No debió ser nada fácil ni ilusorio romper con todo cuanto en estos 14 años de vida monacal había constituido la seguridad de vivir, hasta entonces, en total sintonía con la seguridad de que estaba viviendo de acuerdo a la voluntad de Dios.

Fue elegida superiora de la comunidad de agustinas recoletas en Kweitehfú. 
Crecían las necesidades de la misión y urgía el aumento de misioneras para atenderlas. Es cuando decide Monseñor enviar a España a las Madres Esperanza y Carmela, quedando la Madre Mª Ángeles al frente de las tareas misioneras en Kweitehfú.

El 18 de enero de 1947, a petición de Monseñor Ochoa, la S. Sede, en el mismo decreto de erección de la congregación, nombra a la madre Esperanza superiora general de la misma.

Después de intensa actividad misionera, de asuntos relacionados con la organización de la congregación que acaba de nacer, su frágil salud, fundaciones etc. En el  año 1962 le detectan la enfermedad de cáncer, entonces dimite de su cargo y pide, en 1967, presintiendo el final, que la lleven a Monteagudo. Al llegar dice a la superiora: “Madre, aquí vengo a morir”. Y así sucede el 23 de mayo de 1967.

Su vida: testimonio creíble

El día 3 de junio de 1990 el gobierno general aprueba la propuesta de la superiora general Hna. Rosa López, de iniciar  la causa de canonización de la Madre Esperanza Ayerbe de la Cruz. Cumplidos los requisitos canónicos, el día 6 de diciembre de 1990, en nuestra casa Madre de Monteagudo, se abre oficialmente el proceso., el que se clausura el día 4 de septiembre de 1994. Al final será la palabra del Papa quien declare que la sierva de Dios Madre Esperanza Ayerbe de la Cruz puede considerarse y llamarse Venerable. A partir de ese momento todo quedará esperando que ella desde el cielo manifieste su intercesión ante su “Único Amor”, mediante un milagro, para que pueda ser declarada BEATA.

A petición del P. Samson Silloriquez, oar, actual postulador para la causa de los santos, con el fin de promover la causa, se trasladaron sus restos desde el cementerio de nuestra casa madre en Monteagudo a la Iglesia de la misma, en diciembre de 2009.

MADRE CARMELA RUIZ DE SAN AGUSTÍN

Era la más joven del grupo: nació en Monachil, Granada, España, el 31 de julio de 1909. A la edad de 13 años sus padres la llevan, para que sea educada por las monjas agustinas recoletas, al convento del Corpus Christi, de Granada.

Debido a su corta edad; en una visita del Arzobispo de Granada, exige que vuelva a su casa, antes de comenzar el noviciado, por lo menos un año. Reingresa al convento, hace las etapas de formación y hace su profesión solemne el día 2 de agosto de 1930, con la convicción que el monasterio del Corpus Christi será su “hogar” para siempre. 

El día 8 de diciembre de 1930, después de la visita “misionera” que hace al monasterio Mons. Ochoa, madre Carmela presiente que su ofrecimiento es aceptado; se lo confirma su madre priora: Dios la ha elegido, a través de la Congregación de Religiosos, para ir a las misiones, concretamente con Mons. Ochoa a su misión de Kweitehfú.

El día 2 de febrero de 1931 deja para siempre su amada clausura. Ya está M. Carmela en China; inicia la ardua tarea de aprender el idioma chino. Pronto visita enfermos y encarcelados, da catequesis a niños y adultos, lleva alegría a los tristes, pero su misión específica es la formación de las futuras religiosas Catequistas de Cristo Rey, recién fundadas por Mons. Ochoa.

Debido a la enfermedad de su padre regresa a España en compañía de Madre Esperanza. Durante los primeros tiempos se destaca como incansable buscadora de medios económicos, tan escasos en tiempos de post.- guerra española, sobre todo a partir del 2 de octubre de 1941  cuando se inicia la vida comunitaria en el noviciado con la llegada de las dos primeras postulantes. Pronto llegan más vocaciones y a ella le corresponde, otra vez como en China, la misión de formadora.

En el decreto de erección de la congregación (18 de enero de 1947), es nombrada consejera general.

Su salud nunca fue totalmente buena y se fue deteriorando al paso de los años. En 1993 sufre un infarto cerebral. Estando muy grave la Madre Carmela es trasladada, a nuestra casa Madre de Monteagudo, en donde muere el  día 22 de agosto de 1993.

MADRE MARÍA ÁNGELES GARCÍA DE SAN RAFAEL

María Ángeles García Ribero, nace un 9 de diciembre de 1905 en la Zubia, un pueblo de la provincia de Granada, España; en el seno de una familia con profundos valores y tradición cristiana. El amor a Dios y su providencia, que conoció desde los primeros años de su vida la impulsaron a vivir arriesgando la vida, desde el amor, para seguir a Jesús.

Es así que llega a ser una de las cofundadoras de la Congregación de Misioneras Agustinas Recoletas. En su infancia se destacó por ser una niña alegre, traviesa, creativa, despierta, con muchos sueños y un gran amor a su familia. Desde sus primeros años y gracias al ejemplo de una de sus tías que era monja clarisa, Ángeles sintió un decidido deseo de consagrar su vida a Dios en la clausura. A los 15 años tomó la decisión formalmente y entró al Monasterio del Corpus Christie de Granada, allí vivió un proceso de crecimiento y maduración en el que lucha con su carácter independiente y algo rebelde, para llegar a entregarse totalmente a Dios en una vida de oración.

Emite la profesión solemne el 21 de junio de 1927. En el año 1930, la visita del P. Javier Ochoa OAR a algunos conventos de clausura femeninos, en busca de misioneras valientes para servir a Dios en China, le cambia la vida. Es el momento en que la hermana Ángeles emprende otro gran riesgo en su vida de seguimiento a Jesús. Tras una fuerte lucha interior se ofrece para la gran aventura, en un país desconocido, en el que necesitaba aprender uno de los idiomas más difíciles.

La hermana Ángeles, junto a la hermana Carmela Ruíz de San Agustín, de su mismo monasterio y la hermana Esperanza Ayerbe de la Cruz del Real convento de la Encarnación de Madrid, salen el 2 de febrero de 1931 hacia China. Emprenden un camino en el que cambian una vida de clausura, silencio y oración a una vida de misión y servicio a los más necesitados, con el deseo de ganar almas para Dios.

Es de destacar el apoyo que recibieron estas tres misioneras, de los Hermanos Agustinos Recoletos, de algunas congregaciones religiosas y de cristianos de buena voluntad durante su travesía hasta llegar a China y después al estar allí. Sin la generosidad de todos no hubiese sido posible esta grande empresa. El 18 de mayo de 1931 llegan a Kweiteh-fu, se encuentran en su convento chino, a pesar de las precariedades y dificultades, viven con alegría y entrega los siguientes siete años.  Nuestra querida hermana Ángeles se encarga de las niñas de la Santa Infancia, chinitas abandonadas por sus padres, a las que se les acompañaba a crecer en un ambiente de amor.

A partir del 1938 con la guerra Chino-Japonesa se comienza a amenazar la estancia de los misioneros en China. En 1940 las hermanas Esperanza y Carmela regresan a España para, entre otras cosas, abrir un noviciado con el fin de formar jóvenes que quieran ir a la misión. La hermana Ángeles queda a cargo de las responsabilidades de la casa, que implicaba la preparación de las religiosas nativas y la Santa Infancia y además de todo lo que surge hacia afuera (catequesis, visitas a enfermos…). Permanece durante ocho años en esta situación, solo la oración la mantiene en pie. Pero en 1948 estalla la guerra civil en China en la que el cristianismo sufrió persecución.

Ángeles no tuvo otra opción que decirle adiós a su amada misión. La nueva congregación de Agustinas Recoletas Misioneras de María, en aquel momento ya erigida, no puede regresar al lugar originario de misión (China), por ello se extiende por España y Latinoamérica, buscando llevar a cabo la obra que Jesús les había encomendado. Nuestra querida hermana Ángeles continuó su seguimiento a Jesús como Misionera Agustina Recoleta; animando las comunidades en las que le tocó vivir, realizando un intenso servicio apostólico con su peculiar forma de ser: alegre, tierna, cercana y fraterna. Quienes la conocieron destacan rasgos en ella de su profunda fe y amor a Jesús, su capacidad de interioridad, a la vez de promover la comunidad, de relativizar los roces de la vida cotidiana y provocar una sonrisa en los que pasaban a su lado.

Desempeñó los cargos de ecónoma general, maestra de novicias y maestra de postulantes, en los que se destacó por su responsabilidad y disponibilidad. Los últimos años de su vida transcurrieron en Las Gabias, entregando su vida en el servicio a niños, ancianos y enfermos del pueblo, a los que visitaba y animaba. El día 12 de diciembre de 1980 partió para la casa del Padre una misionera apasionada por el Reino.